¿Cuántas veces nos hemos sentido atrapados en nuestras propias ideas? Seducidos por la imaginación, hasta llegar al punto en que nos deprendemos de la realidad, realidad que nos parece aburrida, monótona, rayando en lo insufrible, ese es el momento en que nos cuestionamos cual es la verdadera realidad, si es que existe una, o sólo son una serie de eventos que por la rutina nos parecen cotidianos, ¿será que la realidad es aquella que nos sigue sorprendiendo? ¿La que nos agrada más? ¿Pero por cuánto?
Esas son las preguntas que tienen su origen mientras vemos Inception, escrita y dirigida por Christopher Nolan, con un elenco encabezado por Leonardo DiCaprio, quien interpreta de manera correcta a Dom Cobb, un extractor de ideas que utiliza los sueños como medio para hacerlo, pero que se encuentra atrapado en sus propios sueños tormentosos, en los que se ve seducido por la imagen de su esposa, interpretada maravillosamente por Marion Cotillard, que te quita el aliento en cada escena en en la que aparece; Cobb es contactado por Saito, intepretado de manera pasable por Ken Watanabe, un empresario en busca de un monopolio pero detenido por su competencia, el heredero del nuevo imperio de energía, Fischer, interpretado por Cillian Murphy, que parece ya estar obligado en cualquier film de Nolan, a quien le tienen que insertar una idea, para así destruir su propio imperio. Cobb es auxiliado por un equipo liderado por Joseph Gordon-Levitt, que interpreta a Arthur que se dedica a investigar cada aspecto del sujeto a quien entraran, después tenemos a Ellen Page, quien interpreta a Ariadne, una arquitecta que ayudará a Cobb a diseñar el sueño en el que insertarán la idea, además de ayudarlo a salir de su propio laberinto, y por último pero no menos importante Tom Hardy, que interpreta carismáticamente a Eames, que se encarga de personificar a alguien del mundo físico.
Pero está película es todo acerca de Nolan, quien crea un laberinto tan perfecto, al cual aún no encuentro falla alguna aún, un laberinto basado en el proceso en el que nos encontramos todas los días, el soñar y la incapacidad de hacerlo, soñar que existimos o el existir al soñar, o vivir en la realidad creada por la fantasía de nuestras propias mentes, todo es explorado alguna vez en la vida, ¿en verdad existimos o existimos al soñar?
El sueño se vuelve aún más creíble gracias a la experiencia creada por Hanz Zimmer como banda sonora, que nos hace sentir dentro de este sueño, no el de Cobb, el de Nolan, un sueño que le tomó años para darle forma, y buena forma que le dió, un sueño que no se trata tanto de los límites que se pueden lograr con la mente, que si los empuja al límite, sino que se trata de los fantasmas y arrepentimientos de el atormentado Cobb, al cual estamos tan conectados que nos hace hasta cuestionar nuestra existencia y realidad. ¿Será que Nolan es Cobb? Y al adentrarnos en este laberinto también nos estamos adentrando al laberinto de la mente de Nolan.
Y bueno, ¿hay alguna meta más grande para un cineasta que la de mostrarnos sus secretos para así nosotros contar los nuestros?